La lengua es, y aquí acudo a una metáfora, materia viva. Y es imposible que se mantenga estática: el uso de la lengua por sus hablantes, en sus muy diferentes contextos y propósitos, es lo que la mantiene vitalizada y en constante renovación. Podemos decir así que la lengua es un patrimonio cultural que se transmite y al mismo tiempo re-construye de generación en generación.