Por Sara Poot Herrera
La savia misma de su poesía. Sor Juana Inés de la Cruz, nacida el 12 de noviembre de 1651 (¿1648?) y muerta por una epidemia el domingo 17 de abril de 1695 (hace 325 años) tuvo el don divino de la palabra, y ésta es plural, es única.
Una lengua, dos, tres y más en poemas de Juana Inés
Cuando desde la capital de la Nueva España a fines de diciembre de 1682 la entonces virreina de la Nueva España –María Luisa Manrique de Lara– le escribe a su prima María Guadalupe de Alencastre –duquesa de Aveyro– y le cuenta de sus eventuales visitas al convento de San Jerónimo de la Ciudad de México, le habla de Sor Juana Inés de la Cruz sin mencionar su nombre, sino “que es rara mujer no la hay” refiriéndose así a sus orígenes: “[H]abiéndose criado en un pueblo de cuatro malas casillas de indios trujéronla aquí y pasmaba a todos los que la oían porque el ingenio es grande”[1]. Del motivo del asombro de María Luisa por esa crianza al pie de los volcanes, Sor Juana versa:
Quizá por eso nací
donde los rayos solares
me mirasen de hito en hito,
no bizcos como a otras partes
[…][2],
La niña Juana Ramírez llevó en su equipaje (de San Miguel Nepantla y Panoayan a la Ciudad de México) las suaves palabras, el ritmo pausado, la sabia semántica de la lengua náhuatl. Con esta lengua, escuchada como “natural” –y lo era–, a la par de la lengua castellana y acompasadas ambas por los ecos de la lengua congolesa, también escuchada en la hacienda familiar, la futura monja pasó de la casa de sus tíos al Palacio Virreinal, luego al convento de las Carmelitas y finalmente al convento de San Jerónimo. En el inventario de la competencia lingüística de la joven, iba ya otra lengua: el latín. De estas varias lenguas hay un despliegue de versos, aderezados también con la lengua vasca y la portuguesa, así como registros y tonadas de variantes del español. Es notoria esta presencia plurilingüe desde la circulación de los primeros versos de quien muy pronto sería la gran poeta del México virreinal.
Desde el primer villancico de Sor Juana
De 1676 es el juego de Villancicos a la Asunción[3], cantados con música del Br.(sic) Joseph de Agurtos Loaysa, en la Catedral de México e impresos ese mismo año. El náhuatl nos espera en el Villancico VIII. En la introducción se canta:
Los Mejicanos alegres
también a su usanza salen,
que en quien campa la lealtad
bien es que el aplauso campe;
y con las cláusulas tiernas
del Mejicano lenguaje,
en un tocotín sonoro
dicen con voces suaves.
[y sigue el TOCOTÍN]
–Tla ya timohuica
totlazo Zuapilli
maca ammo, Tonantzin,
titechmoilcahuíliz.
Ma nel in Ilhuícac
Huel timomaquítiz
¿amo nozo quenman
timotlalnamíctiz?[…]
En la traducción de Ángel María Garibay leemos:
Si ya te vas,
nuestra amada Señora,
no, Madre nuestra,
Tú de nosotros te olvides.
Aunque en el cielo
mucho te alegrarás,
¿no acaso alguna vez/ harás memoria?
Su autora, cuyo nombre no aparece en la edición suelta de México, ha transformado la tradición del villancico, lo ha hecho mexicano y escrito, además, en lengua mexicana: el náhuatl.
Otro ejemplo: los Villancicos de San Pedro Nolasco (1677), donde se escucha el español hablado por un personaje negro; donde un indio canta “un tocotín mestizo/ de español y mexicano”; donde de nuevo se canta un tocotín:
TOCOTÍN
Los Padres bendito
tiene on Redentor;
amo nic neltoca
quimati no Dios.
Sólo Dios Piltzintli
del Cielo bajó,
y nuestro tlatlácol
nos lo perdonó.
Pero estos Teopixqui
dice en so sermón
que este San Nolasco
mïechtin compró.
Yo al Santo lo tengo
mucha devoción,
y de Sempual Xúchil
un Xúchil le doy.
[…]
La voz “bilingüe” es la de un panadero. Se combina el español con el náhuatl en perfecta armonía que hace rimar los versos pares. Sor Juana se divierte y divierte a quienes cantan y escuchan los villancicos. Eso fue en iglesias de México y luego se leyeron en España ¡en lengua castellana y en lengua mexicana! Su genialidad sigue siendo asombrosa y único su ingenio. Los primeros poemas “públicos” de Sor Juana –los Villancicos—son sal y pimienta, “ensaladas” que invitan a deleitarnos con las lenguas que giran alrededor de su “lengua madre” amestizada ésta en el talento sin par del don de la poesía.
Años después de los primeros villancicos –segunda década después de los años setenta de su siglo, su autora –la gran villanciquera novohispana– sigue recogiendo la lengua mexicana. Se trata de los “Villancicos con que se solemnizaron, en la S.I.Catedral de Puebla donde en los Ángeles, los Maitines del gloriosisímo Patriarca Señor San José, año de 1690”, musicalizados por Dallo y Lana. La Ensalada toma la forma de una adivinanza. Se juega con los varios Señor San José. ¿Cuál es el mejor? Se escucha la voz del indio:
Yo también, quimati Dios,
mo adivinanza pondrá,
que no sólo los Dotore
habla la Oniversidá.
Cor.– ¡Ja, ja, ja!
¿Qué adivinanza será?
Ind. – ¿Qué adivinanza? ¿Oye osté?
¿Cuál es mejor San José? 170
1. –¡Gran disparate!
2. –¡Terrible!
Si es uno, ¿cómo es posible,
que haber pueda otro mejor?
Ind. –Espere osté, so Doctor:
¿no ha visto en la Iglesia osté
junto mucho San José,
y entre todos la labor
de Xochimilco es mijor?
1. –Es verdad.
Cor.–¡Ja, ja, ja, ja!
El coro se divierte. El cuate de Sor Juana –el indio– le pide al coro que adivine cuál es el mejor San José. Ya es creyente de la religión católica, cree en San José, ah sí, pero hay varios San José y él elige uno entre ellos. Habla español, se apropia de él y lo hace propio, “loa Dotore”, “la Oniversidá”, “Espere osté”. El indio está entre dos lenguas, dos aguas, “pues todavía estamos Nepantla”. La niña de Nepantla recuerda sus orígenes y “apapacha” su poesía con la memoria de la lengua originaria de aquella región.
Nos hemos asomado a versos de tres villancicos de Sor Juana, muestras de la pervivencia de la lengua náhuatl en su valija de poeta. Esta lengua se combina con la lengua española y juntas danzan en las loas, en la conciliación de los orígenes, en el “Dios de la semilla” con el que comulgan alegóricamente las voces de El Divino Narciso.
Con las lenguas que ingresaron a los poemas de Sor Juana Inés de la Cruz se hizo un crucigrama de hilos de voz, de voces combinadas, mezcladas. En el romance (51) “que se halló acabado” en su celda, Sor Juana preguntó y se preguntó a sí misma:
¿Qué mágicas infusiones
de los indios herbolarios
de mi patria, entre mis letras
el hechizo derramaron?
La respuesta: la savia misma de su poesía. Sor Juana Inés de la Cruz, nacida el 12 de noviembre de 1651 (¿1648?) y muerta por una epidemia el domingo 17 de abril de 1695 (hace 325 años) tuvo el don divino de la palabra, y ésta es plural, es única.
Notas
[1] Hortensia Calvo & Beatriz Colombi (eds.). Cartas de Lysi. La mecenas de Sor JuanaInés de la Cruz en correspondencia inédita. Madrid: Iberoamericana, Frankfurt: Vervuert, México: Bonilla Artigas Editores, 2015, p. 218.
[2] Alfonso Méndez Plancarte (ed.), Obras completas de Sor Juana Inés de la Cruz, t. I. Lírica personal. México: Fondo de Cultura Económica, 1951 (Romance 51).
[3] Alfonso Méndez Plancarte (ed.), Obras completas de Sor Juana Inés de la Cruz, t. II. Villancicos y letras sacras. México: Fondo de Cultura Económica, 1952.
Imagen
Adaptado de Retrato de Sor Juana Inés de la Cruz[Pintura], por Miguel Cabrera, hacia 1750, Wikimedia Commons, 2005, (https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Sor_Juana_by_Miguel_Cabrera.png)
Sara Poot Herrera
Perfil en GoogleAcadémico
Es investigadora y académica mexicana. Doctora en Literatura Hispánica por El Colegio de México y profesora del Departamento de Español y Portugués de la Universidad de California en Santa Bárbara. Es cofundadora de UC-Mexicanistas (Intercampus Research Program) En 1997, la Mexican American Opportunity Foundation la nombró mujer del año debido a sus estudios sobre Sor Juana Inés de la Cruz.
La Lengua de Sor Juana es una revista bimestral del Centro de Posgrado y Estudios Sor Juana ©. Av. Las Palmas 4394, Las Palmas, 22106 Tijuana.