Por Gaby Montalvo
Durante mucho tiempo las mujeres han luchado por la visibilización y reconocimiento en el mundo literario, sin embargo, durante siglos algunas autoras mexicanas tuvieron que ocultar su identidad para lograr que sus textos fueran reconocidos. La escritora e investigadora, Liliana Pedroza, ha tenido a la mujer como un enfoque central en sus obras, siendo su último proyecto A golpe de linterna, una recopilación de más de 100 años del cuento mexicano desde el trabajo de cien mujeres. El 9 de diciembre del 2020, Vianett Medina tuvo la oportunidad de realizar la presente entrevista a Liliana Pedroza para el programa de radio Bordear el Desierto.
Me interesa que hablemos de la historia de estas mujeres escritoras que tú has descubierto, las autoras mexicanas que no fueron tomadas en cuenta, o aquellas que cambiaron su nombre. ¿Cuántos años has dedicado a esta investigación?
Son aproximadamente veinte años los que llevo en esta búsqueda, en esta investigación por encontrar a las autoras; algunas de ellas que tuvieron bastante repercusión en su época. Pero a la hora de hacer un reencuentro por este recorrido literario, fueron quienes narran la historia de la literatura mexicana los mismos que las olvidaron; sistemáticamente las hicieron a un lado. Ya hablaremos más adelante de cuáles son las motivaciones y por qué hay tantos mecanismos para dejar atrás a estas mujeres.
Podemos empezar con eso, Liliana. ¿Cuáles son estos “mecanismos” no tan habituales en nuestro país para silenciar a las mujeres?
En primer lugar, para que una mujer siendo de este grupo históricamente oprimido llegara a convertirse en escritora tendría que tener ciertas condiciones: la primera de ellas es saber leer y escribir, que es básico; la segunda es acceso al conocimiento, a más lecturas; la tercera es tiempo después de todos los deberes, tener la energía para poder reflexionar y hablar sobre aquello que le importa. Y las mujeres, pues apenas hacia finales del siglo XIX llegaron a tener acceso a una educación oficial. Las preparatorias se abrieron para ellas al igual que las universidades, mirándolas siempre como las figuras incómodas. Pero entrar a esos y a otros espacios públicos hizo que las mujeres tuvieran un rezago a la hora de publicar, de publicarse o de que alguien las publicara. Después de haber vencido todos esos obstáculos, está el hecho de que las opiniones de las mujeres no están legitimadas. No importamos en la opinión sobre el mundo, sino que el mundo de las mujeres está en lo doméstico; en cómo se limpia la casa, cómo se organiza el menú de cada día o cómo se recibe a los invitados. Para hablar de literatura o hablar sobre otras ideas que nos competen a todos, las mujeres son olvidadas porque no es “importante” lo que tengan que opinar.
Me gusta este preámbulo que haces para entender que la falta de atención a la literatura producida por mujeres no es espontánea, sino que se inscribe en un marco de exclusión donde ya quita el nombre a las mujeres en diferentes sentidos y en diferentes ámbitos, no nada más en el ámbito literario.
Suelo decir que las mujeres a lo largo del tiempo, para poder escribir y llegar a publicar, hemos viajado de mosca y alguno de los mecanismos para saltar esos obstáculos es que algunas de ellas utilizaron pseudónimos masculinos, de personajes ficticios, o utilizaron los nombres de sus tutores; ya sea el padre, el hermano mayor, el esposo, etcétera. Entonces a la hora de hacer una investigación es mucho más difícil encontrar el rastro de que efectivamente fue una mujer y no un hombre.
¿Tú te encontraste ante este problema para el caso de las escritoras mexicanas?
Hay una autora que me llama mucho la atención, que es Dolores Bolio de Peón. Ella publicó su único libro de cuentos, del que se tiene fe hasta ahora, con el pseudónimo de Luis Avellaneda. Pero si tú no abres ese libro, no te enteras de que en realidad es Dolores Bolio hasta leer el prólogo, donde finalmente se descubre que no es Luis Avellaneda el verdadero autor, sino que es ella y él es un personaje. Pero Dolores ha tenido que usar ese mecanismo para poder publicar, al igual que muchas otras escritoras que al principio se ponían el apellido de casada para decir que eran unas señoras y que alguien las estaba respaldando, como el caso de otra autora, Laura Méndez de Cuenca.
Ahora bien, nos podemos adentrar a la descripción de las escritoras tanto del siglo XIX como del XX que tuvieron que enfrentarse a esos obstáculos sociales. Quizá para las más recientes no hubo necesidad de esconderse o de delegar la publicación y el nombre a un tercero…
Actualmente las mujeres que escriben y publican no tienen que hacerlo con un nombre masculino, sin embargo, algunas escritoras jóvenes lo hacen. Incluso, yo he usado pseudónimos masculinos en concursos literarios y he ganado con ellos. El jurado me ha dicho que pensaban que quien lo había escrito era hombre y me lo dijeron como si me estuvieran lanzando un piropo: “Te hemos dado el premio porque eres tan buena que parece que escribes como hombre”. Estamos hablando del 2020 y todavía siguen ocurriendo esas cosas.
Por otra parte, sabemos que existen catálogos de escritores, de escritoras, -preciso escritoras cuando en realidad el título que los agrupa es de “escritores”-. Si contamos porcentajes, me parece que las mujeres jamás abarcan más del 25%. No sé la estadística respecto a las búsquedas que has realizado, pero es imposible que la cuota sea del 50%.
Con mi investigación sobre el cuento mexicano me he dado cuenta de que a partir de los años 90 a la fecha, al menos el 30% de la literatura está escrita por mujeres. 1 de cada 3 escritores es mujer. Yo creo que ni siquiera estamos debidamente representadas. Además, tenemos que estar luchando por esos espacios porque el resto piensa que la cuota de género significa que le estamos quitando el lugar a un hombre, cuando deberíamos pensar que casi todos los espacios están sobrerrepresentados por hombres por el hecho de serlo.
Cuando hablamos de la autoría, ¿qué es lo que destaca en las publicaciones de mujeres?, ¿habría características comunes que quisieras resaltar?
Por mucho tiempo las mujeres han tenido que masculinizarse para poder ingresar al mundo masculino o tuvieron que estar bajo la capa de un hombre que las protegía y las lanzaba o que las apadrinaba. Por ese motivo tuvimos que crear nuestros propios espacios para poder publicarnos, reseñarnos y leernos. Eso es lo que tendría que destacar: la creación de espacios que se hicieron desde el siglo XIX con las revistas y los periódicos.
Hace un momento mencionaste el reclamo por esta supuesta impostación del lugar que correspondía originalmente a un hombre, y relaciono esto con el término que al principio señalabas, “el mecanismo por el que las mujeres se excluyen”. El hombre exige un privilegio que ahora se empieza a desestabilizar para que las mujeres también sean reconocidas, no sé si eso sea propiamente un mecanismo de violencia, ¿o le podemos llamar de otro modo?
No, por supuesto que es violencia. Lo es el hecho de que las mujeres no hayamos tenido acceso a la educación oficial, que no pudiéramos entrar a las bibliotecas, que las aulas universitarias fueran, y siguen siendo, espacios ásperos; cuando hay una mujer y la mayoría son hombres. Hay espacios como el de la ciencia, por ejemplo, que siguen siendo muy violentos para las mujeres que quieren acceder a ellos. Entonces, obviamente hay mucha violencia cuando no tenemos los mismos derechos.
Liliana, para no dejar fuera todo este trabajo que tú has hecho y que recientemente publicaste en tres volúmenes, cuéntanos, ¿es una antología de textos de mujeres desde el siglo XIX?
Sí. A golpe de linterna, que está publicado por la editorial regiomontana Atrasalante, es una antología. Son 100 cuentos de 100 cuentistas mujeres que nacieron hacia finales del siglo XIX. Es una colección en tres volúmenes que recoge toda la historia de más de un siglo y que habla justamente sobre el estar de la mujer en el mundo: qué es lo que se está proponiendo, cuál es el destino de las mujeres, cómo lo proponen ellas desde hace más de 100 años, y cómo se visualiza con las más jóvenes. Es un viaje por el cuento.
¿Qué destacas de estas mujeres? Algo particular que nos llame a la acción; que nos invite a ser más osadas, más firmes respecto al uso de un discurso… ¿Qué nos quieres comentar de estos hallazgos que tuviste haciendo la compilación?
Hay una diversidad de pensamiento dentro de estos cuentos, sobre todo de las autoras de principios del siglo XX. El cómo ellas van reflexionando sobre su papel social, su papel dentro del mundo. También el cómo son enmarcadas en la historia, en lo político o lo social, y no nada más en el ámbito doméstico. Aparte de que son historias muy bien contadas, son cuentos deslumbrantes…
Hablas de temas domésticos en algún caso. ¿Hay una evolución significativa? Porque es verdad que lo doméstico también fue una asignación de género. Era raro esperar que un hombre hablara de estos asuntos, en cierto momento del siglo XX fue más notorio que las mujeres hablaran de la casa y no de asuntos públicos. No sé si sobre esto quieras precisar algo de lo leído…
Efectivamente, de las primeras publicaciones, creo que de lo que más van a hablar es de lo que mejor conocen: el ámbito doméstico. O de cosas que no pueden hacer, como salir a la calle si no están acompañadas, informarse, o dar una opinión sobre lo que está pasando en el mundo por creer que no se puede. Al vivir esto día a día obviamente se recluirán a temas meramente domésticos, pero no es que solamente las mujeres hablen de estos temas; incluso hay autores que lo hacen. También tiene que ver quién está legitimado para hablar del ámbito doméstico.
Finalmente, también hay una intención moralizante cuando un hombre habla de la vida de las mujeres o del ámbito que les “corresponde” en esta concepción, ¿no?
No necesariamente en los hombres, pero sí puede ser. Creo que como lectores deberíamos de darnos la oportunidad de leer a personajes femeninos a través de la pluma de una mujer que ha sido atravesada con toda su condición social y todo lo que implica ser una mujer: fisiológicamente, económicamente, etc. Algunas de las mujeres de principios del siglo XX utilizaban las historias que escribían para aleccionar a sus hijas y a sus nietas sobre lo que pensaban que debía hacer la mujer en su hogar: ser el sostén, la unión. Los hombres, a pesar de que tuvieran muchas mujeres fuera de casa, hacían oídos sordos y entrecerraban los ojos para mantener a la familia unida. Por otro lado, hubo mujeres que sí se rebelaron completamente sobre esas ideas. Entonces yo creo que en la antología pueden encontrar todos los contrastes y las opiniones, porque también es bueno recuperar eso: lo que pensaban las mujeres, lo que replicaban en ese momento.
Bibliografía
Pedroza, L. (2020). Liliana Pedroza / Entrevistada por Vianett Medina. Bordear el Desierto.
Imagen
Pedroza, L. (2020). A golpe de linterna [Fotografía]. Ediciones Atrasalante. (https://edicionesatrasalante.mx/product/a-golpe-de-linterna/)
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