La figura del indio en “Los recuerdos del porvenir” de Elena Garro

La figura del indio en “Los recuerdos del porvenir” de Elena Garro

Por Val Santes


“¡Ya saben, con los indios mano dura!”, “Todos los indios tienen la misma cara, por eso son peligrosos”, “Antes era más fácil lidiar con ellos. Nos tenían más respeto” (Garro, 2019, p. 33). Estas son algunas de las oraciones con las que Elena Garro inicia una fuerte crítica al clasismo, la desigualdad y a la opresión en México. En su obra Los recuerdos del porvenir (1963), Garro nos introduce directamente en las vidas de los pobladores de Ixtepec, espacio mítico en donde habitan los desolados.

La novela recrea el México posrevolucionario. Inspirada en la Iguala de su infancia, Elena escribe Los recuerdos del porvenir en un momento de añoranza y como un homenaje a las personas que vivieron la Revolución Mexicana y la Guerra Cristera en carne propia. Es de esta forma que a través de su memoria exhibe el caos, la desolación y las injusticias a las que sometieron a las minorías durante este periodo, prestando especial atención al sector femenino y al indígena. Ixtepec es un pueblo desilusionado, detenido en su propio tiempo: en su memoria. Compleja en la mejor de las formas, esta novela es a la vez testimonio, crítica y manifestación política y literaria, pero sobre todo, humana (Cuadrado del Río, 2019).

Las mujeres, los indios y los perros se encontrarán en el nivel más bajo de la jerarquía social, en el extremo receptor de la violencia, no sólo militar, sino también de la del mismo pueblo. Sin embargo, hay que recordar que las sociedades están construidas con base en las ideologías de sus habitantes, y México se formó en un entorno violento.

El porvenir era la repetición del pasado. Inmóvil, me dejaba devorar por la sed que roía mis esquinas. Para romper los días petrificados solo me quedaba el espejismo ineficaz de la violencia, y la crueldad se ejercía con furor sobre las mujeres, los perros callejeros y los indios. Como en las tragedias, vivíamos dentro de un tiempo quieto y los personajes sucumbían presos en ese instante detenido. Era en vano que hicieran gestos cada vez más sangrientos. Habíamos abolido al tiempo (Garro, 2019, p. 71).

En este contexto, el término “indio” no puede ser nada más que despectivo, pues se relaciona con “el otro”, aquel que no es igual a uno. Se tiende a valorar a la propia persona como acreedora de las buenas virtudes, por lo tanto, el “otro” sería aquel cuyos atributos son contrarios. La figura del indio es concebida entonces como el nivel más bajo del hombre, y el colonialismo mental se convierte en una fuente de miedo, odio y discriminación hacia las minorías (Gall, O., Vitale, E., & Schmelkes, S., 2005).

—¡Para que no digan que no son revolucionarios…! ¡No tiene remedio, el mejor indio es el indio muerto! —exclamó el boticario recordando la frase que había guiado a la dictadura porfirista y aplicándola ahora con malicia al uso que se pretendía hacer con el nombre del indio asesinado, Emiliano Zapata (Garro, 2019, pp. 79-80).

En sus personajes, Elena Garro refleja una realidad que, pese a la distancia temporal, sigue estando vigente en nuestros días. La lucha en contra de la segregación de los pueblos indígenas es constante. El desplazamiento y el despojo de las tierras y tradiciones que han sufrido estas comunidades permanecen como una herida abierta. Con Los recuerdos del porvenir, Garro crea un escenario histórico y literario que permite cuestionar el discurso predominante en el México del siglo XX, exponiendo la barbarie creada por la ignorancia y las alianzas políticas y religiosas que estaban en contra de la Reforma agraria (Cuadrado del Río, 2019).

La Guerra Cristera es consecuencia de este pacto entre el gobierno y la Iglesia. El movimiento juega un papel importante en la novela, pues el tiempo en Ixtepec parece haberse detenido a partir de que el presidente Plutarco Elías Calles proclama el cierre de las iglesias y la suspensión del culto religioso. Es en este momento que el general Francisco Rosas y su ejército llegan a Ixtepec, sometiendo y martirizando a los sectores marginados y destruyendo todo a su paso (Luque, 2018). Por supuesto, son los indios quienes cargaron con el peso y la responsabilidad del movimiento. A diferencia de la Revolución Mexicana, la Cristiada no tuvo una motivación económica, sino religiosa. La Guerra Cristera fue protagonizada sobre todo por la gente pobre, devota a su religión. Como se mencionó, el indio fue quien se encontraba peor acomodado en todos los sentidos, “comuneros, despojados, peones y aparceros, que siguieron el movimiento en masa, al igual que los marginados” (Concepción, 2012). En la novela, se muestra crudamente lo que implicó la Cristiada para todos los sectores sociales, pues al igual que con la Revolución Mexicana, la Guerra Cristera mantuvo a los privilegiados en el poder, y a los humildes en decadencia.

Es así que se nos presentan dos realidades: la de los mestizos y la de los indios, ambos subyugados bajo el peso del ejército del dictador Francisco Rosas. La distinción entre mestizos e indios queda reflejada no sólo en la relevancia como personajes dentro de la obra, sino también en los espacios que habitan. Al mundo de las grandes casas, hoteles y jardines, se opone un pueblo oscuro, callado y maldito: un pueblo muerto. En el primer espacio, Elena Garro sitúa a la mayoría de los personajes de su novela; en él se encuentran los mestizos de Ixtepec, resguardados (y algunos otros, como los Moncada, más bien encerrados) dentro de cuatro paredes invisibles. Un muro imaginario que los mantiene aislados del terror provocado por los militares. Por otra parte, en el segundo espacio, habitan los indios; apenas presentes, despojados de su voz y de su identidad; inmóviles en el tiempo, rechazados y olvidados (Rubio de Lértora, 1987).

Los indios colgados obedecían a un orden perfecto y estaban ya dentro del tiempo que ella nunca alcanzaría. “Están ahí por pobres”. […] “No todos los hombres alcanzan la perfección de morir; hay muertos y hay cadáveres, y yo seré un cadáver”, se dijo con tristeza; el muerto era un yo descalzo, un acto puro que alcanza el orden de la Gloria; el cadáver vive alimentado por las herencias, las usuras, y las rentas (Garro, 2019, p. 20).

Existe una contraposición entre el espacio interior en el que se encuentran los mestizos y el espacio exterior en el que viven los indios, correspondiente al rol que ejercen en su sociedad. Gran parte de los habitantes del pueblo de Ixtepec pertenecen sin duda a la primera categoría, siendo este un lugar habitado previamente por indios que fueron despojados de sus tierras durante la guerra de revolución, y siguen padeciendo las consecuencias de esta.

Para realizar esta crítica, Elena Garro se valió de sus conocimientos estilísticos y narrativos, adoptados de William Faulkner, John Dos Passos y F. Scott Fitzgerald. En primer lugar, sabemos que la narrativa de Faulkner se encuentra fuertemente vinculada a la historia y a la cultura del Sur de Norteamérica. Pone además especial atención a los eventos y resultados consecuentes de la Guerra de Secesión, de la cual escuchó múltiples historias en su niñez por parte de su familia, una similitud que comparte con Elena Garro, quien escuchó sobre la Guerra de Revolución de su padre y su abuelo. Faulkner resalta la decadencia y la degeneración social propiciada por la guerra, y expone también la condición de maltrato y esclavitud a la que se tenían sometidos a los afroamericanos en la sociedad clasista y racista de su época. En un contexto latinoamericano, el rol de los negros de Faulkner es asumido por los indios mexicanos de Garro.

A los mestizos, el campo les producía miedo. Era su obra, la imagen de su pillaje. Habían establecido la violencia y se sentían en una tierra hostil, rodeados de fantasmas. […] “¡Ah, si pudiéramos exterminar a todos los indios! ¡Son la vergüenza de México!” Los indios callaban (Garro, 2019, p. 33).

Para que la novela no se convirtiera en una especie de bitácora o diario sobre la vida en el México posrevolucionario, Elena Garro se vale de la voz del pueblo, encarnada como Ixtepec, centrándose en ciertos personajes relevantes en la trama, como son los Moncada, el General Francisco Rosas, Julia Andrade, Felipe Hurtado, Juan Cariño, y otros cuantos. Con la voz narrativa en primera persona, Ixtepec todo lo ve y todo lo sabe, por ende, permite al lector conocer los pensamientos de cada personaje. Mientras que los protagonistas de la narración desempeñan sobre todo el papel de mostrar el panorama general de la Guerra Cristera en el pueblo, la figura del indio se usará para dar pie a la crítica hacia los problemas económicos, políticos, y sobre todo, sociales (Eudave, 2017).

Pasaron unos días y la figura de Ignacio, tal como la veo ahora, colgada de la rama alta de un árbol, rompiendo la luz de la mañana, como un rayo de sol estrella la luz adentro de un espejo, se separó de nosotros poco a poco. No volvimos a mentarlo. Después de todo, solo era un indio menos. De sus cuatro amigos, ni siquiera recordábamos los nombres. Sabíamos que, dentro de poco, otros indios anónimos ocuparían sus lugares en las ramas (Garro, 2019, p. 100).

Tomando en cuenta todo lo anterior, es notorio que, pese al trato que reciben las queridas de los militares, finalmente son los indios quienes se encuentran en el extremo de la marginación, sufriendo los abusos tanto de los militares como de los mestizos (Galli, 1990; León, 1944). Sin embargo, hay que considerar que Garro no retrataba las ideologías de una única época, sino sistemas sociopolíticos que datan de mucho tiempo atrás. Las castas siempre han formado parte de las sociedades, aislando a aquellos con una jerarquía más alta de los de la más baja. Esto se ejemplifica con el monólogo interno de Tomás Segovia, donde se muestra ansioso por pertenecer al sector privilegiado de la sociedad, y justifica su crueldad con el argumento de que las sociedades siempre han sido así:

“Los romanos tampoco tenían la concepción ridícula de la piedad y menos frente a los vencidos, y los indios son los vencidos”. Mentalmente hizo con el pulgar la señal de la muerte, tal como la veía en los grabados de su Historia Romana. “Somos un pueblo de esclavos con unos cuantos patricios”, y se sentó en el palco de los patricios, a la derecha de Francisco Rosas (Garro, 2019, p. 77).

En este sentido, el mestizo de Los recuerdos del porvenir rechaza cualquier similitud que pueda tener con quien considera inferior. Aun así, no puede evitar compararse con el indio, pues sabe que representa parte de su pasado, y en orden de demostrar que no son de la misma calaña, el mestizo niega sus orígenes con fervor. Sin embargo, la realidad es que el mestizo no es un indio, pero tampoco es un no-indio. Se encuentra pues, atrapado a la mitad. En este proceso de rechazo, el mestizo intentará ser lo más urbano posible, negará sus costumbres e intentará adoptar las occidentales. Por tanto, “el mestizaje, en sus términos, debe ser entendido no sólo como una cuestión étnica, sino también sociológica” (Mora Curriao, 2007). Elena Garro expone esta conducta deslindante en una conversación ocurrida en la casa de los Moncada:

Félix, sentado en su escabel, los escuchaba impávido.

“Para nosotros, los indios, es el tiempo infinito de callar”, y guardó sus palabras. Nicolás lo miró y se movió inquieto en su silla. Le avergonzaban las palabras de los amigos de su casa.

—¡No hablen así! ¡Todos somos medio indios!

—¡Yo no tengo nada de india! —exclamó sofocada la viuda (Garro, 2019, p. 33).

Garro muestra también la cara hipócrita de la sociedad mestiza, cuando Doña Elvira le cuenta a Isabel y a Nicolás Moncada la historia del indio Sebastián, acusado injustamente de hurto y finalmente asesinado por ello. Nicolás, el hijo mayor de los Moncada, quien parece ser el más proactivo y directo de sus hermanos, se mofa de su tía diciendo: “Es natural que ahora cuelguen ellos si antes colgaron ustedes” (Garro, 2019, p. 112). La crítica del joven es clara, señala la hipocresía de sus familiares al preocuparse por los asesinatos de indios cometidos por el General Rosas ahora que cualquiera está en peligro de ser asesinado.

En su sarcasmo Nicolás presenta una verdad que hace que sus parientes lo manden callar, pues saben que es una crítica justificada, mas no tienen la decencia o el valor de admitirlo. Resulta aún más irónico, pues casi inmediatamente después de esta intervención los Moncada y Felipe Hurtado encuentran el cuerpo abandonado del capitán Álvarez, mostrando así que ni los indios, ni los mestizos ni los mismos militares están exentos de la violencia desatada sobre Ixtepec.

Resalta sobre todo la actitud resignada de los indios ante los asesinatos. Como el sector más desilusionado del pueblo de Ixtepec carecen de metas y motivaciones. Incluso la vida les parece pasajera, algo que ni siquiera les pertenece y por lo tanto les será arrebatada en cualquier momento. Se saben “descalzados” ante los mestizos en todos los sentidos, de tal forma que no esperan un trato digno por parte de nadie. Esta pasividad ante la vida y lo que sucede a su alrededor no fomenta nada más que el desagrado de los mestizos, que al verlos tan carentes de todo los sienten aún más ajenos (Lund, 2006).

El deslindamiento racial, producto de la paranoia y la discriminación, dotan al indio de un valor prácticamente nulo ante los ojos de la mayoría de las personas del pueblo. A tal grado de que cuando se los asesinaba era común encontrar sus cuerpos abandonados en las calles. Esto se mantuvo hasta la llegada de los militares a Ixtepec. A partir de ese momento los cadáveres de los indios fueron llevados a la comisaría del pueblo para su reclamación. Sin embargo, recoger los cuerpos de sus familiares resultaba casi imposible para los indios, ya que cuando llegaban a la comisaría los militares se burlaban continuamente de ellos, ignorándolos, golpeándolos, e incluso asesinándolos. En algunas ocasiones, los cuerpos se mantuvieron expuestos a la intemperie con el propósito de mandar un mensaje a sus semejantes:

—¿Ya los bajaron?

—No, señor —contesta Félix, con pudor. No quería que nadie adivinara la pena que sentía por sus iguales: “Los pobres somos un estorbo…”

—Iremos a gestionar que los devuelvan —dijo Martín, persuadido de que vivía una mañana desconocida, y sin saber qué cuerpos reclamaba, ni de donde quería que los bajaran.

—Puede ser que al señor se los devuelvan, siempre respetan más a los de traje —dijo Félix, sabiéndose de los descalzos (Garro, 2019, p. 92).

En resumen, la figura del indio en Los recuerdos del porvenir de Elena Garro ha servido como un puente para la crítica política, social y económica del México posrevolucionario, a la vez que remonta al pasado colonial y al presente. Garro nos muestra a través de sus personajes la lucha -tanto externa como interna- de la sociedad mexicana y el rechazo expresado abiertamente hacia los pueblos indígenas, pues el mestizo busca sentirse superior a quien se le enseñó que es inferior. En el indio se refleja un pasado, presente y futuro detenidos por la desilusión, el abandono, la resignación y el olvido. En los mestizos se muestra un pensamiento colonial fuertemente arraigado en la mayoría de los personajes, que contrasta con el idealismo de otros como Nicolás Moncada, Felipe Hurtado y Juan Cariño. El indio de Elena es el indio universal, olvidado y segregado; existiendo, mas no viviendo, en un mundo desilusionado, pues parafraseando a Felipe Hurtado: Lo que falta es la ilusión, más en un mundo como el nuestro. La ilusión se paga con la vida.


Bibliografía

Concepción Blasco, J. (19 de abril del 2012). Rulfo, testigo y víctima de la Cristiada. RTVE. https://www.rtve.es/noticias/20120419/juan-rulfo-testigo-victima-cristiada/517301.shtml

Cuadrado del Río, A. (2019). Las mujeres de Elena Garro. Identidad e historia en Los recuerdos del porvenir. (Trabajo de grado). Universidad Autónoma de Barcelona.

Eudave, C. (2017). La memoria como escenario de la tragedia mexicana en Los recuerdos del porvenir de Elena Garro. Romance Notes, 57(1), p. 15-24. https://muse.jhu.edu/article/660471/summary

Gall, O., Vitale, E., & Schmelkes, S. (2005). La discriminación racial. Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, México. https://www.conapred.org.mx/documentos_cedoc/La%20discriminacion%20racial.pdf

Galli, C. (1990). Las formas de la violencia en Los recuerdos del porvenir. Revista Iberoamericana, LVI(150), p. 213-224. https://revista-iberoamericana.pitt.edu/ojs/index.php/Iberoamericana/article/view/4679

Garro, E. (2019). Los recuerdos del porvenir. Editorial Alfaguara.

León, M. (1944). Los recuerdos del porvenir de Elena Garro: la experiencia del tiempo y del espacio a través de la memoria. (Tesis de maestría). Universidad Nacional Autónoma de México. https://repositorio.unam.mx/contenidos/64133

Lund, J. (2006). A Large Aggregate of Men: Garro, Renan and the Failure of Alliance. MLN 121(2), p. 391-416. https://muse.jhu.edu/article/737688

Luque, R. (2018). El lenguaje de la Guerra Cristera en Los recuerdos del porvenir de Elena Garro. https://riviste.forumeditrice.it/oltreoceano/article/view/873

Mora Curriao, E. M. (2007). La imagen del indio en tres estudios críticos latinoamericanos. Cyber Humanitatis.
https://web.uchile.cl/vignette/cyberhumanitatis/CDA/texto_simple2/0,1255,SCID%253D21060%2526ISID%253D731,00.html

Rubio de Lértora, P. (1987). Funciones del nivel descriptivo en Los recuerdos del porvenir. https://www.persee.fr/doc/carav_0008-0152_1987_num_49_1_2345


Val Santes

Nació en Tijuana, Baja California. Próxima a egresar de la Universidad Autónoma de Baja California con licenciatura en Lengua y Literatura de Hispanoamérica. Participó en la edición y publicación de la antología de minificciones Voces del encierro: Ecos en libertad. Ama los libros de fantasía juvenil y en el futuro espera tener su propia editorial.


La Lengua de Sor Juana es una revista bimestral del Centro de Posgrado y Estudios Sor Juana ©. Av. Las Palmas 4394, Las Palmas, 22106 Tijuana.

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