<strong>Poetas en la frontera. Producción y discurso de las autoras bajacalifornianas, 1962-2000</strong>

Poetas en la frontera. Producción y discurso de las autoras bajacalifornianas, 1962-2000

Por Dra. Josefina Elizabeth Villa Pérez
Universidad Autónoma de Baja California

En este texto se presentan algunos avances respecto a la revisión cualitativa y cuantitativa de la producción editorial que concentra el trabajo poético de las mujeres en Baja California, en el periodo comprendido entre las décadas de 1960-2010. El análisis de los datos se contrasta con la presencia de las autoras dentro del campo literario bajacaliforniano a través de antologías e historias de la literatura. Asimismo, se realiza un balance de los estilos y temáticas seguidos por las autoras y su relación con dos de los tópicos que definieron los discursos públicos para la identidad fronteriza durante el siglo XX: la moralización y el bilingüismo cultural. El objetivo de este balance es ponderar la construcción de algunas de las señas que identifican a la escritura poética producida por las mujeres y su grado de involucramiento con la realidad de la frontera.

La literatura escrita por mujeres en Baja California se remonta a la década de 1960. En este periodo fue posible ver un inédito entusiasmo entre los actores del incipiente campo cultural, que se tradujo en la presencia de la figura del escritor como agente de transformación social. Especialmente, la participación de los autores fue visible debido a la amplia difusión que tuvieron los grupos de sociabilidad intelectual como colaboradores de la construcción y propagación del discurso moralizador en las ciudades fronterizas de Tijuana y Mexicali. Si bien la figura del escritor ganó un amplio terreno en las primeras décadas de modernización del estado de Baja California, la escritura de las mujeres hizo apenas algunas tímidas aportaciones. 

Son pocas las autoras que podemos encontrar entre la membresía, por ejemplo, de la Asociación de Escritores de Baja California, organismo de sociabilidad intelectual que entre 1964-1968 alcanzó a reunir a cerca de 200 autores en su nómina. Concretamente, fueron 21 mujeres las que se decidieron a reconocerse, de manera oficial y pública, como creadoras con pertenencia a esta asociación. Aunque hemos identificado sus nombres y la delegación del territorio peninsular a la que representaron, no se ha recuperado del todo la obra con la que consiguieron su adscripción. 

Membresía de escritoras que pertenecieron a la Asociación de Escritores de Baja California (Territorio Norte)

Nombre de la autoraDelegación de pertenencia
1. Aída Castro de HernándezTijuana
2. Ana Lagos GracianoEnsenada
3. Beatriz ElizondoTijuana
4. Consuelo Ávalos GonzálezTijuana
5. Consuelo MartínezTijuana
6. Dominga G de AmaoLa Paz
7. Esperanza Flores viuda de RamosMexicali
8. Esthela Galván MorenoTerritorio Sur de la Baja California
9. Flora Zermeño OjedaSanta Rosalía
10. Guadalupe KirarteTijuana
11. Irma Angélica AlmadaTijuana
12. Josefina Rendón ParraTijuana
13. María de la Luz Pulido VeraMexicali
14. María Luisa Melo de RemesTijuana
15. Martha Alicia Ponce de LeónMexicali
16. Martha M. SalasTijuana
17. Martha Manrique LimónMexicali
18. Olga Vicenta Díaz CastroTijuana
19. Rosa Nieto de SánchezEnsenada
20. Sara Gamiochipi de MoscosoMexicali
21. Tamara de MendozaTijuana
Elaboración propia con datos de la Colección Rubén Vizcaíno Valencia, IIH, cajas 43 y 2, exp. 6 y 7. 

Es así que, de las primeras autoras bajacalifornianas, listadas en la membresía de la Asociación de Escritores, tenemos sus datos generales, pero su producción y participación dentro del campo literario de sus respectivas comunidades es todavía un material pendiente de rescatar, analizar y divulgar entre la memoria literaria de la región. 

De este listado de 21 creadoras se puede destacar el trabajo de Ana Lagos Graciano, autora de la primera compilación de poesía de una escritora bajacalifoniana. Se trata del libro Cantos de luz y sombra, publicado en 1962. Descubierta por medio de un concurso de poesía promovido por el periódico local El Mexicano, Ana Lagos Graciano fue el primer rostro visible del quehacer poético realizado por una mujer en el estado. De Lagos Graciano no se conoce ninguna publicación posterior en español, aunque es probable que exista trabajo suyo inédito en inglés, idioma al que la autora migró después de contraer matrimonio con un ciudadano norteamericano con quien permaneció en California hasta su muerte.1 Lagos Graciano inaugura una plausible historiografía de la poesía bajacaliforniana escrita por mujeres, dentro de un territorio que durante casi sesenta años ensayó distintos paradigmas para afianzar la identidad fronteriza.

En concreto, la caracterización de la producción literaria en Baja California, se ha amparado bajo dos grandes marcos de referencia. La primera de ellas está situada entre las décadas de 1940-1960, y se resguarda bajo el discurso de la moralización, que fue útil dentro del contexto de la modernización del estado. La segunda se ubica a partir de la década de 1970, bajo el reconocimiento del bilingüismo cultural, como marca distintiva que legitimó a los procesos culturales de intercambio y negociación entre las fronteras México-EEUU. Es así que estudiosos de la literatura bajacaliforniana, como Humberto Félix Berumen y Gabriel Trujillo Muñoz, parten de estos dos paradigmas para establecer dos grandes periodos que marcan un antes y un después en la toma de conciencia de la autonomía creativa de los escritores. Para Félix y Trujillo, el primer periodo, que va de la década de 1940 a 1960, se caracterizó por subordinar la función poética a las prácticas que sostenían la construcción de una cultura cívico-patriótica, cuyo interés principal era integrar al estado de Baja California a la dinámica nacional. Dentro de este gran proyecto de mexicanización de la frontera destacó el papel de médicos sociales que los creadores asumieron mediante organismos asociativos, como la antes citada Asociación de Escritores. El segundo periodo, siguiendo a Félix y Trujillo, estuvo marcado por los cambios culturales que trajo el relevo generacional de la década de 1970 y que estuvo influenciado por el movimiento chicano del sur de California, así como por el reconocimiento del bilingüismo cultural, que en la década de los 80 fue impulsado por el Programa Cultural de Las Fronteras. 

Desde la perspectiva de la literatura escrita por mujeres, estos marcos de referencia resultan medianamente apropiados para describir los intereses de ellas, volcados en su producción poética. Si bien, las primeras autoras formaron parte y apoyaron el programa de mejoramiento social y material al que se adscribieron los miembros de la Asociación de Escritores de Baja California, su escritura no responde del todo a ese paradigma. Como ejemplos de esto podemos contrastar el trabajo de las poetas Josefina Rendón Parra y el de Ana Lagos Graciano, ambas autoras pertenecientes a la citada Asociación.  

Tijuana antaño ciudad impura
es ahora un pueblo que trabaja y canta
es su gloriosa juventud querida 
llena de ideales, estudiosa y pura
que para transformarla se levanta

(…)

Tijuana, noble pueblo, 
yo te auguro
un próximo magnífico futuro.2
Cinta de medir, medida,
sobre el lienzo del misterio; 
un trozo lineal de vida
queriendo medir lo inmenso; 
alambre fino y flotante
que araña el rostro del tiempo, 
ese soy yo: ¡Peregrina 
de la senda del silencio!

¿Y qué culpa tengo yo
de ser como un campo abierto
donde un arado de llama
me abra surcos tremulentos?3

Mientras que la escritura de Josefina Rendón sobrepone el contenido patriótico a la indagación poética, el trabajo de Ana Lagos está mucho más cercano de la pregunta existencial y a la posición suprahumana del arte literario de vanguardia. Contrastes como este coexisten dentro de los distintos periodos que comprende la producción literaria de las poetas bajacalifornianas. La presencia de registros y temáticas tan distintas nos permite justificar una necesaria complejización del fenómeno escritural de las autoras y evadir los reduccionismos que las colocan en alguno de los paradigmas de la moralización o la fronteridad. Si alguna categorización de sus escrituras ha de surgir para describirlas, esta debe provenir de la lectura exhaustiva de su vida y obra, antes que colocarlas rápidamente en marcos de referencia que fueron creados para codificar otros fenómenos.

A medida que la presencia de las autoras fue siendo más constante mediante su participación dentro del campo literario regional, ellas fueron asumiendo un compromiso mayor con la escritura, pero también con las preocupaciones legítimas de su ser como individuas. De hecho, una revisión detallada en la producción, nos ha llevado a comprobar que las marcas de la feminidad en el discurso se fueron acentuando al avanzar el siglo. Las mujeres fueron desdoblándose en sujetos poéticos mucho más sexuados y conscientes de su corporalidad, como lo demuestra el siguiente poema de Mara Longoria:

Me descubro mujer
me descubro íntegra, obscena
me descubro un lunar en la espalda
y el nacimiento del vello púbico
cubriendo la ansiedad infernal de ser tocada.  

Asimismo, las indagaciones mediante la escritura poética fueron alcanzando otros intereses que reflejaban la condición de las mujeres, más allá de sus impulsos erótico-amorosos. Entre estos se asomaron ya las preocupaciones generacionales más recientes: la sororidad, el abuso infantil, el ecocidio, la presencia de la violencia en todos los niveles y la diversidad sexual. En cambio, es evidente la ausencia de los asuntos que tipificaron a la producción poética en el medio editorial regional en las décadas de 1980-1990: la migración y la identidad fronteriza. Esto demuestra que, temáticamente, las creadoras han ido construyendo sus propias señas de reconocimiento en la escritura, mismas que en algunos puntos logran hacerlas coincidir, sin que esto haya sido resultado directo de un proyecto en colectivo.

En mi búsqueda dentro de los archivos regionales, librerías y colecciones particulares, he encontrado que entre 1960-2019, se hicieron visibles 118 autoras que en su totalidad publicaron 220 libros de poesía. En un proceso ascendente, puede observarse, cómo el periodo con mayor tiraje de poesía escrita por mujeres en Baja California es del 2010-2019. 

Gráfico

Este ascenso se debe al comportamiento que han tenido los medios editoriales en un periodo de casi sesenta años. Como puede observarse en la gráfica que registra este movimiento, los sellos editoriales independientes superan por mucho a los gubernamentales e institucionales, así como a las ediciones de autor.

Gráfico

DécadasIndGub/InstAutorTotales
19602103
19701001
198087318
19902518851
2000417755
201056152192
1334839220

Esto significa que las autoras de poesía han elegido mayormente, por cuenta propia u orilladas a hacerlo, a las empresas de edición que contaban con experiencia para formatear, diseñar, imprimir y distribuir libros en el mercado local y regional. Sellos editores como Desliz, Los domésticos, Malabares, Cuadernos Existir, Aretes y Pulseras, Oasis, Sitio Habitable, Gíglico, Ediciones Alternas, Poiesis, Pinos Alados, Nódulo y Mañana Lloverá, son los emprendimientos que acogieron la producción de las poetas, sin mediar necesariamente un proceso de dictaminación previo para validarlas.

Sin embargo, a pesar de tales comportamientos, la producción escritural de poesía femenina apenas tiene incidencia en el canon literario regional y un indicador de ello es el escaso registro que existe de este vigoroso movimiento en las antologías e historias críticas de la literatura. 

Entre las siete antologías de poesía general que se publicaron entre 1974-2020, los corpus varían notablemente. Van desde la presencia de una sola autora, como es el caso de la primera de ellas Siete poetas jóvenes de Tijuana (1974); 6 autoras en la compilación titulada Parvada (1985); 47 en Un camino de hallazgos (1992); 8 en Piedra de Serpiente (1993); 14 en la antología bilingüe Across the line (2002); 6 en El margen reversible (2004) y 42 en Nuestra cama es de flores (2007).

Tal discrepancia se debe a la vocación que guió a cada uno de los trabajos antes listados. A excepción de Un camino de hallazgos, que propone un estudio de carácter historiográfico, las otras antologías son trabajos de valoración crítica que ponderan criterios temáticos o generacionales y en donde la selección de autoras no obedece al estudio de los rasgos que singularizan su escritura en tanto que sujetos sexuados. Además, es muy probable que la metodología de acopio de obra para conformar estos trabajos antológicos no haya sido exhaustiva en todos los casos. Como ejemplo de esta disparidad metodológica están Un camino de hallazgos, compilación preparada por Gabriel Trujillo Muñoz en 1992, que registra 47 autoras y, apenas sólo un año después, en 1993, Piedra de Serpiente, incluyó sólo a 8 mujeres poetas.  

Para concluir, quiero señalar que la historización de la escritura de las poetas en Baja California requiere una amplitud de métodos que vayan más allá de enmarcarlas en los paradigmas de definición identitaria que han caracterizado a la región fronteriza. Trabajos antológicos recientes de autoras noveles, como Red de Lunas, de Kathery García y El incendio que habitan, de Mónica Morales, demuestran que la producción poética de las mujeres se ha alejado de la búsqueda de adscripciones público-colectivas para indagar en las múltiples identidades personales que los usos de la escritura les permitan.


Notas

  1. Estos datos sobre la autora Ana Lagos Graciano me fueron dados a conocer por su nieta Hanna Andrews, en comunicación por la red Researchgate, el 25 de julio del 2018. 
  2. Fragmento del poema “Tijuana”, de la autoría de Josefina Rendón Parra, aparecido en Noroeste. Revista Gráfica, julio de 1947.
  3. Fragmento del poema “Cinta de medir, medida”, de la autoría de Ana Lagos Graciano, del libro Cantos de Luz y Sombra, Editorial Californidad, 1962.