Crónica del convento del Dulce Nombre de Jesús. (Fragmento)

Crónica del convento del Dulce Nombre de Jesús. (Fragmento)

Ma. Bárbara de la Concepción


Las muchas ocupaciones y atenciones no me dejan tiempo para escribir y se pasan los años sin poderlo hacer, por lo que se me pasan infinitas cosas sin acordarme, más de tres años había que no escribía nada, vuelvo a tomar el hilo el día 3 de abril de 1813. En el mes de noviembre de 1809 se hizo la elección y me volvieron a elegir por prelada y maestra; al séptimo año de haber venido aquí nos castigó nuestro Señor con una insurrección terrible, con este motivo en los años de 1810 y 11 encarecieron tanto las cosas por las guerras e insurrecciones, que en lo humano no era posible que se hiciera todo con los 150 pesos mensuales que teníamos porque no habíamos acabado de pagar, y de estos 150 pesos salen: lámparas, misas, cera, vino; funciones, jubileos, salarios de los criados; ornamentos, culto divino, reparos del convento; oficinas, enfermería, velas, jabón y todo género de comestibles y aunque nos ayuda la huerta con hortalizas y fruta, no siempre puede sembrarse por carecer de agua.

Por estar saqueados, desde la cera para el culto hasta la sal, se puso a un precio muy subido, y yo me mortificaba con extremo porque había que dar de comer y vestir a las religiosas. En este tiempo de carestía nada nos faltó, la huerta dio mucha fruta, con exceso, la que sobraba se vendía o la regalábamos a los parientes de las religiosas o bienhechores.  Dios liberal y misericordioso nos favorecía y regalaba cuanto se apetecía. Muchas veces sin saber de quién venía, al abrir el torno encontraba una olla muy grande de atole de leche, una fuente de bizcochos. Quien lo trajo lo puso en el torno y se fue. Esto se repitió varios domingos. Otra vez una batea con harina muy hermosa, floreada, el señor de la tienda le dijo a la mandadera: “Lleva esta harina a las madres, quizá les sirva”. Otra vez que no había ni un medio para comer, subió la tornera con diez pesos que había traído una persona a la limosna. El pan nos hace la caridad nuestros padres carmelitas, desde el día que llegamos.

 La madre María Josefa de Santa Teresa, la que dio el dinero para la fundación de Querétaro y solicitó ésta de Valladolid en mi compañía, era prelada en Querétaro y acabó su prelacía el día 12 de este mismo mes que fue el que se hizo elección y salió la única fundadora que quedaba en Querétaro, la madre María Eufrosina de San Juan Bautista. He vuelto a lo que llevo escrito y tendrá que sufrir mucho quien esto leyere y si estuviese encargado de arreglarlo, porque algunas cosas van repetidas, sin orden, y sólo se ha hecho de noche y a pocos ratos y si el tiempo y vida me alcanzara puede que lo vuelva a escribir.


Muriel, J. (1994). Cultura femenina novohispana. UNAM.

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